jueves, 15 de mayo de 2008

1.-LOS PRIMEROS TIEMPOS.-(H)



Las culturas prehistóricas se manifiesta en nuestra región por los hallazgos de necrópolis, armas, utensilios, resto de poblados que testifican su existencia. La vencidad y continuidad de restos de distintas culturas los encontramos en las zonas marginales del río Segura, en la sierra de Carrascoy. Su asentamiento se efectúa en base a la seguridad, poblados de fácil defensa y protegidos de las frecuentes inundaciones del río, con abastecimiento de agua, caza y buenos cultivos en las fértiles tierras de las laderas o el valle.

En el eneolítico la cultura del vaso campaniforme deja su huella en San Pedro de Zeneta, Santa Catalina en el Verdolay y Monteagudo. Mayor muestrario existe con sus enterramientos en cista: Mazarrón, Lébor (Totana), Jumilla o Lorca. El arte rupreste en Yecla y los yacimientos de Moratalla y Cieza.
Tras ello los hombres de la cultura del Algar con su peculiar cerámica y sus enterramientos en urna.

El oro y la plata despiertan la atención del hombre prehistórico, el tesoro de Villena (Alicante) y la diadema de Cehegín, son los mejores exponentes de la conjunción del arte y del aprecio del oro. La plata tiene su mejor brillo en los reyes de Tartessos, cuya ciudad más importantes se puede identificar con Cartagena.

La cultura ibérica no tenía una organización interna desarrollada como para unificar una serie de rasgos culturales, lengua, derecho historia, tradiciones, religión etc, con el que podríamos caracterizar a una comunidad cultural unitaria.A pesar de esto sí que existen rasgos comunes, por los restos materiales encontrados entre las distintas zonas del mundo ibérico, en la mitad meridional y fachada mediterránea de la Península Ibérica durante la II Edad de Hierro, aproximadamente entre los siglos VI y I a.C.

Su posicionamiento geográfico volcado al Mediterráneo, hace de estos pueblos entidades diferenciales de otros fenómenos culturales como los complejos de la zona atlántica o las de raigambre céltica. Estamos, por tanto, definiendo una base sobre la que una serie de comunidades desarrollarán, como en otras sociedades contemporáneas (mundo etrusco, Grecia arcaica) sus propias peculiaridades culturales.
El desconocimiento de la lengua que hablaron las gentes que poblaban el área de la cultura ibérica ha sido uno de los más grandes desafíos al que se han enfretado numerosos investigadores. A pesar de contar con el segundo mayor conjunto de inscripcones de las llamadas culturas periféricas del Mediterráneo, solo superada en volumen por la cultura Etrusca, el habla de los íberos es un completo enigma para los filólogos y arqueólogos que estudian la protohistoria hispana.

En el levante, por las influencia del comercio de la otra orilla del Mediterráneo,es plausible un alfabeto con ascententes fenicios entre los siglos VIII al VI a.C. Otro alfabeto, el llamado ibérico-levantino se desarrolla durante el siglo V a.C. como demuestran los múltiples plomos inscritos, que suelen ser interpretados como contratos comerciales o administrativos. A estos sistemas gráficos habría que añadir el que reflejan las llamadas inscripciones greco-ibéricas, escritas en una adaptación del alfabeto griego-jonio.

Entre los diferentes pueblos ibéricos, la actual región de Murcia estaría ocupando por el norte la zona de Bastetania junto con Granada y Jaén, nombre derivado de Basti, identificado con el núcleo de la necrópolis de Baza famosa por el hallazgo de una escultura femenina de gran tamaño qe conserva su policromía, la llamada Dama de Baza. La zona de Contestania abarcaría el sur de la provincia de Valencia, Alicante, Murcia y algunas zonas de la provincia de Albacete. Este mundo del Sureste de la península es una de las zonas con más personalidad del ámbito ibérico, se considera esta franja como una de las más helenizadas basándose sobre todo en la profusión de cerámicas áticas(Yacimientos Elhe-Archena) y la existencia de una tradición escultórica (Dama de Elche) de clara raigambre griega arcaica, la práctica de rituales de corte griego identificados con el consumo de vino y con ciertas prácticas del tipo funerario.

Un navegante que llegase a las costas de Iberia en el siglo IV a.C. procedente de la Magna Grecia encontraría numerosos refugios desde Ampurias a Cartagena, habituados al tráfico y al comercio de ida y vuelta en el Mediterráneo. Es por mar, como se explica gran parte de los rasgos que diferencian lo que genéricamente llamamos mundo ibérico, con sus influencias no sólo griegas si no también fenicias.

El Valle del Ebro está en permanente contacto con los pueblos del exterior y las influencias llegadas a la costa. Lo mismo ocurre con otros ríos por los que remontan las influencias externas, como son el Júcar, el Turia y el Segura. Quizá cada uno de los territorios que forman la cuenca de los ríos y los tramos de costas que los separan adquieren rasgos y personalidad propia. Arribando al muelle de Cartagena y adentrándose en el interior por el Campus Espartarius , se encontró el camino terrestre para descender Guadalquivir abajo, el otro gran valle fluvial.
La arqueología revela una amplia gama de matices con un cierto denominador común en el que, los siglos inmediatamente anteriores al cambio de era se percibe un cierto predominio de la influencia helenizante que se había extendido por todo el Mediterráneo desde la muerte de Alejandro.

En el tema de los enterramientos, el Íbero prefería el rito de la incineración de sus restos mortales y su deposición en urnas funerarias que irán evolucionando desde las toscas cerámicas a mano hasta las lujosas importaciones áticas.

En el mundo de las creencias religiosas, comienzan a surgir los santuarios, es decir, lugares sagrados donde el devoto se pone en contacto con la divinidad. En torno a él se desarrollaron una serie de rituales cuya huella arqueológca la tenemos en los numerosos exvotos, ofrendas a la divinidad con formas de figurillas de bronce, distintas según la petición relacionada. Otros cultos son los de marcado carácter heróico, el culto a un héroe o al fundador de una disnatía.





Vasos ibéricos de la necrópolis del Cabecico del Tesoro.Museo Arqueológico de Murcia.


Capítulo excepcional en el arte ibérico es el de la cerámica.
Se trata de cerámica a torno, de barro fino, amarillento o rojizo, cuidadosamene trabajado y cocido, y con rica decoración pintada en el tono pardo rojizo oscuro de la almagra, generalmente, aunque también las hay achocolatadas, negruzcas o rojas.De los yacimientos, abundantes y variados desde Andalucía a Cataluña, ofrece Murcia, algunos de los más caracteristicos, mejor definidos y más bellos en decoración. El Verolay, Archena y Totana, son los lugares que han suministrado ejemplares más ricos.
Los perfiles empleados son muy variados y recogen sugestiones de la cerámica griega, pero también crean algunos propios como el llamado sombrero de copa, transformación de Kalathos griego. Ánforas, jarros, botellas, cráteras, copas, etc.., aparecen ricamente decorados con elementos vegetales y animales, estilizados, con fuerte personalidad que singulariza a la región.
En cuanto a la Orfebrería, sólo esporádicos hallazgos en los ajuares funerarios han suministrado algunos anillos, pendientes y broches de cinturón de bronce con nielados en plata, así como falcatas de empuñaduras decoradas. (El Cigarralejo)P latos de plata de muy parca decoración, reducido a palmeras es el tesoro de Abenjibre (Albacete), los perfiles son análogos a otros europeos de la Edad de Hierro, la decoracón de palmeras parece apuntar hacia el siglo III a.C.
Por último deben citarse también las muy abundantes monedas ibéricas, acuñadas en la región, con el motivo tradicioal del jinete con lanza.



Bibiografía: Historia (Murcia), Juan Torres Fontes.
Breve historia de los Íberos, Jesús Bermejo.
Arte (Murcia), Alfonso E. Pérez Sánchez.

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