jueves, 13 de noviembre de 2008

4.- ASEDIO A CARTAGO NOVA

La marcha del ejército de Escipión hasta las proximidades de Cartago Nova fue muy rápida y de improviso. Cerca de sus murallas levantaron los romanos su campamento pero no hicieron ningún intento por rodear la ciudad.
Magón (otro familiar de los Barca) era el comandante de la guarnición, y contaba sólo con mil mercenarios apoyados por dos mil vecinos armados para hacer frente al posible asalto del día siguiente. A los ciudadanos los situó detrás de la puerta principal, mientras que a los mercenarios los dividió en dos grupos, uno ocupando la ciudadela y los otros en la zona oriental, parte de la ciudad encarada al mar, donde había un templo a Esculapio.

Los defensores de las ciudades antiguas mostraban un enorme deseo por luchar fuera de las murallas, aunque el ejército atacante fuera más numeroso. Estas salidas eran una muestra de confianza y tenían por objeto retrasar los comienzos del trabajo de asedio del atacante, puesto que deberían antes luchar para conseguir el control.

En este caso, el estrecho itsmo que conectaba la ciudad con la tiera firme, evitaba que los romanos superaran en número a los ciudadanos. a pesar de que los dos mil hombres hubiera podido replegarse en una línea de combate, provocado porque la columna debía salir de la ciudad por una única y estrella puerta. Ambos ejércitos chocaron a un cuarto de milla de la puerta, más cerca del campamento romano que de las murallas. A pesar de su falta de preparación los ciudadanos se emplearon bien y el combate fue largo y duro, pero a medida que los romanos se servían de más y más reservas, la presión fue finalmente excesiva. Los cartagineses se hundieron y regresaron huyendo a la ciudad; muchos fueron derribados o heridos cuando corrían para abrirse paso al interior a través de la estrecha puerta de la entrada.

Después de un intento de las tropas de asalto por colocar las escalas sobre los altos muros, los romanos atacaron con gran determinación pero no podían avanzar porque la barrera de proyectiles arrojaba a los hombre desde lo alto de las escalas.A medida que el día avanzaba y los ataques no eran del todo fructiferos, Escipión ordenó a los trompeteros hacer el toque de llamada.

Magón podía estar satisfecho de cómo se habían desarrollado los acontecimientos, pues había podido retrasar el asalto romano. Ni el ejército atacante, ni su flota atracada en la zona sur, donde la ciudad mira al mar, habían causado mella alguna en las murallas. Todo parecía indicar que serían capaces de aguantar hasta que uno de los ejércitos púnicos en campaña, acudiera en su ayuda.


Bibliografía:Adrián Goldsworthy

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